Capilla Bautismal
La capilla Bautismal cubierta por cúpula y linterna. Sobresale la marmórea pila que le da nombre a esta capilla, que fue costeada en 1778 por el obispo don Juan José García Álvaro, como indica el epígrafe.
En esta capilla se recibía «el Bautismo que es el camino que lleva desde el reino de la muerte a la Vida; la puerta de entrada a la Iglesia y el comienzo de una comunión permanente con Dios».
Capilla de la Reliquias
A través de una curiosa portada mudéjar del siglo XIV, abierta en arco de herradura apuntado, accede a la Capilla de las Reliquias, en la que se reunía el cabildo desde los siglos XV al XVIII, y que se remodeló en 1783 gracias a las donaciones del obispo Juan José García Álvaro para disponer las reliquias que se custodiaban en este templo y que fueron traídas hasta este espacio. La capilla posee dos retablos de madera dorada de estilo rococó. El principal, cuya función era la de custodiar las reliquias, es de respetables dimensiones y está presidido por una talla de San Joaquín. El otro retablo, de dimensiones más pequeñas, está dedicado a San Pedro Mártir de Verona. Ambos fueron realizados en el siglo XVIII por el prestigioso tallista salmantino Miguel Martínez de Quintana.
En el centro puede ver una vitrina que contiene arquetas con reliquias de santos, de las cuales destacamos un ostensorio del siglo XVI con reliquia de San Pedro de Alcántara y la biblia con sus respectivas anotaciones que utilizó. En el lateral, otra vitrina que conserva el llamado terno de los papas, del siglo XVII, seguramente realizada en los importantes talleres de bordado de la ciudad de Coria.
Cierra la capilla una notable reja barroca fabricada por el artífice salmantino Francisco de la Iglesia Martín en el año 1783.
Accedemos al interior de la nave catedralicia que impresiona por su amplitud y luminosidad. Tiene una sola nave de 56 x 17,5 metros, dispuesta en tres tramos, a los que se añaden el crucero, con sus pequeños brazos, y la cuadrada capilla mayor. El conjunto se cubre con bellas bóvedas de nervaduras.
Capilla de San Pedro Alcántara
Esta capilla fue fundada en 1489 por el canónigo y bachiller en decretos Hernando Alonso de Amusco, miembro de la ilustre familia de los Manrique de Lara, fallecido en 1493 y cuyo sepulcro podemos ver en el lado izquierdo. Un ejemplar gótico de finales del siglo XV donde observamos un arca con tapa inclinada que muestra una compleja iconografía y tres escudos de la citada familia, uno en el lateral de la caja y dos en la tapa. Rodean los blasones naturalistas cardinas, entre los que se ven otros animales monstruosos.
La capilla se cubre con bóveda de cañón con seis arquillos fajones apoyados en ménsulas con querubines, diseño de Rodrigo Gil de Hontañón y Pedro de Ibarra tras el hundimiento de la original en enero de 1563.
Preside la capilla un retablo barroco con columnas salomónicas, realizado en el año 1682 por el entallador Juan de Arenas. Dos ventanas rectangulares laterales y un óculo en el ático proporcionan luz desde el exterior. Ocupa su hornacina una talla de San Pedro de Alcántara, tallada por el escultor salmantino Bernardo Pérez de Robles en 1676. Se complementa con los relieves de San José con el Niño, Éxtasis de Santa Teresa, san Luis rey de Francia, la Resurrección de Cristo, San Pedro, San Pablo y otra figura orante ante un atril, no identificado por su grave deterioro.
Por último, a la derecha, nos encontramos con la recoleta capilla de la Soledad. Cubierta por bóveda de cañón con tres arquillos, en su frente hay un retablo barroco de inicios del siglo XVIII y del tipo de cascarón que contiene las imágenes de la Magdalena, San Juan y la Virgen y un Crucificado, obra romanista muy expresiva y dramática de finales del siglo XVI atribuida a Lucas Mitata.
Capilla de la Anunciación
La capilla tiene en las enjutas del arco de entrada los bustos de David con el arpa y de otro rey bíblico con espada, quizá Saúl. La bóveda de cañón es similar a la que terminamos de visitar, con seis arquillos fajones apoyados en eses manieristas. En el suelo podemos ver la laude sepulcral del canónigo Francisco de Valbuena, adornada con el relieve renacentista de un niño con una calavera.
La adornan dos retablos barrocos del siglo XVIII. A la derecha nos encontramos con el de la Anunciación, en el cual y bajo el cuadro principal se ve una tabla del siglo XVI que representa al Ecce Homo entre la Virgen y San Juan. Enfrente, otro pequeño retablo barroco con un retrato del beato Marcelo Spínola, obispo que fue de Coria, realizado por el sevillano Francisco Gil Japón.
La capilla mayor
Nos encontramos ante la capilla mayor de la Catedral, se trata de una capilla cuadrada, cubierta con bóveda de crucería. En ella podemos contemplar su majestuoso Retablo Mayor.
Se trata de una obra con las características propias de finales de la estética dieciochesca y donde empiezan a entrar los aires más calmados del Neoclasicismo. Tiene alto basamento, con puertas laterales para acceder a la escalera que sube a la hornacina principal que, a modo de camarín, cobija la talla de la Asunción de Nuestra Señora, titular del Templo.
El primer cuerpo posee cuatro columnas de orden gigante, con fustes acanalados y capiteles compuestos, todo ello adornado con elementos y cartelas vegetales. Preside el cuerpo bajo el espléndido Sagrario y manifestador, con las esculturas de los Evangelistas y de la Fe, y a los laterales se incluyen hornacinas de medio punto con las imágenes de San José con el Niño en brazos en el lado izquierdo y San Pedro de Alcántara en el derecho
El entablamento que da paso al segundo cuerpo muestra aún los quiebros propios del barroco, prolongándose la cornisa, de manera artificiosa, por la gran hornacina de medio punto que contiene a la titular del templo, la Virgen de la Asunción, alzada sobre una movida peana de nubes y serafines y coronada por dos ángeles.
El segundo cuerpo y el remate se adaptan a la forma curva de la bóveda según los cánones barrocos: tiene dos columnas centrales y otros tantos estípites laterales, cuyos soportes enmarcan tres hornacinas abiertas de medio punto: la central contiene el bellísimo, clasicista y sereno grupo de la Quinta Angustia o Piedad, mientras que en los vanos laterales, con fondos arquitectónicos, como los del cuerpo de abajo, se observan las imágenes de San Francisco de Paula en el lado izquierdo, y la transverberación de Santa Teresa a la derecha., santos de los que era muy devoto el obispo José Francisco Magdaleno, cuyo escudo, con el Sagrado Corazón de Jesús y capelo, corona en su honor la soberbia arquitectura como mecenas de toda la obra.
El retablo es obra conjunta de los arquitectos trinitarios fray Juan de San Félix y fray José de la Santísima Trinidad, tallado entre los años 1746-1747. El dorado de este lo efectuó Eugenio Jiménez en 1748 y las soberbias esculturas, enriquecidas con la policromía de Eugenio Piti, se deben a la gubia del vallisoletano Alejandro Carnicero en 1747.